Los Guns N’ Roses, Juanse y la respuesta más rockera de la historia

Hace 28 años, la banda encabezada por Axl Rose y Slash tocó por primera vez en Buenos Aires, en medio de un clima enrarecido por las noticias falsas sobre la relación del grupo con la Argentina. Los teloneros fueron Pappo y los Ratones Paranoicos, cuyo líder tuvo una accidentada actuación y una frase a la altura de su leyenda

Por estos días se están cumpliendo 28 años de la primera visita de Guns N’ Roses a Buenos Aires. Desde 1970, el rock en este país crecía sin parar. Como género musical y como cultura, de hecho, pertenezco a una generación que a todo llegó desde el rock, al jazz, al blues, a la literatura negra francesa -Baudelaire, Rimbaud, Antonin Artaud y su teatro de la crueldad-, al cine de Polansky, a la pintura de Kandinsky, en fin…

Pero no sería hasta la década del ’90 que el rock llegará a ser parte integrante de la sociedad más allá del consumo. Básicamente porque en esos años ya el rock argentino había madurado lo suficiente como para asomarse a otros mercados y culturas a través de músicos, productores y medios de comunicación, además de transitar durante esa década por la época más lisérgica de este país: el 1 a 1. Esa onírica fantasía real que nos permitía viajar fácilmente a cualquier ciudad del mundo, para ver espectáculos que unos años atrás ni soñábamos de cerca, o bien de poder producir aquí los shows más taquilleros del planeta. Claro está que así quedamos ahora, como si nos hubiesen regalado a todos una tarjeta de crédito negra de metal sin límite, que después de ser usada sin miramientos ni cuidado alguno, deberíamos pagarla también ilimitadamente por todo lo que nos quedaría por vivir.

¿A qué viene todo esto? A que a principios de 1992 la productora Rock & Pop -en la que trabajaba- cierra un acuerdo para hacer el 6 y el 7 de diciembre de ese año dos shows de la banda más popular del momento. Guns N’ Roses en el estadio de River Plate.

Sería el primer espectáculo de máxima envergadura que se vería en Buenos Aires, en la misma gira que los llevaría desde Tokio a Londres por todo el mundo, en el cenit de la fama de la banda. Tengamos en cuenta que todavía no habían llegado acá los Rolling Stones, U2 o AC/DC, así que por fin nos asomábamos a la primera ventana del nivel mundial en lo que al rock se refería. De allí la importancia del evento, que traspasaba las barreras del público habitual a conciertos de rock para adentrarse en los niveles más elevados de la consideración popular.

Y esa madurez en la que entraba el rock se condecía con las actitudes rockers más extremas, que comenzaban a convivir con otras actitudes sociales, desde las más intelectuales hasta las más futboleras. Así que ya nadie se sorprendía si Pappo aparecía protagonizando una novela de la tarde o Charly Garcia se despatarraba entre las mesas del restaurant mas cajetilla de la city, arrastrando en la caída a 3 ejecutivos y dos secretarias. La foto después salía en Gente entre las curiosidades de la semana, como mucho. De la misma manera que podía venir Tom Waits en plan de presentación de un libro o Ronnie Wood a exhibir sus cuadros.

Llegado este punto, lo que voy a relatar es para mí la quintaesencia del rock argentino, la actitud y la respuesta más rocker que tuve oportunidad de escuchar en línea directa. Algo que tranquilamente podría ser, digo yo, la bisagra de la cultura rock nacional.

Medio al margen, un día un periodista a quien quiero y respeto, crecido en el campo sin privaciones ni desventajas pero lejos del rock, digamos, me preguntaba acerca de la “Cultura rock”, “¿qué es la cultura rock? -me decía-, ¿tengo que leer la Rolling Stone? ¿Tengo que pintar las paredes de mi barrio? ¿Tengo que drogarme antes de salir? ¿Tengo que agredir a los que detesto por prejuicio?..”. Y es que el rock, cuando sale de la música, es difícil de encasillar, tampoco es algo que dura toda la vida, pero cuando algo tiene rock se nota, es indeleble, inoxidable. Uno no ejerce el rock toda la existencia, pero es lo que forma esa mezcla de químicas inorgánicas y moléculas que todos portamos, que algunos llaman alma, otros conciencia y vaya a saber que más. Es algo que todos los que crecimos con eso en algún momento mostramos, como una hilacha o como un don oculto.

Estamos en diciembre del ’92, como decía, la llegada de Guns N’ Roses se preludió con docenas de lo que hoy conocemos como fake news, que siempre existieron pero en el siglo pasado eran de difícil detección. Sin computadoras de uso doméstico y sin redes sociales, todos quedábamos a merced de esos fake periodistas que también existieron siempre. Se armó una campaña en varios medios contra la visita de la banda, decían los diarios que habían quemado una bandera argentina en un show en París y que en otro show Axl Rose había declarado que se iba a limpiar la mierda de sus botas en cuanto saliera de Buenos Aires. Obviamente noticias inventadas en la afiebrada redacción de algún diario con el único afán de vender más ejemplares. Porque eso sí, todo lo de Guns N’ Roses vendía.

En Rock & Pop se trabajaba en medio de toda esa marejada de insultos, que llegaban a declaraciones del presidente Menem que los trato de forajidos y del Nuncio Apostólico que llegó a recomendar en la tele que esta gente debía visitar a un psicólogo. Ligas de padres y madres de familia metían denuncias contra el show. Todo se empezaba a tornar increíble. Pero las entradas se vendían como pan caliente y se armaba la jornada contando con Pappo y los Ratones Paranoicos de teloneros. Los meses iban pasando y la campaña de desprestigio creció hasta límites insospechados. La grieta tan argenta en ese momento era Gn’R si o Gn’R no.

A todo esto ya hasta los integrantes del grupo estaban preocupados por el cariz que estaban tomando los acontecimientos. Llegaron a Chile unos días antes de su presentación aquí, y hubo algunos forcejeos y hasta una chica había muerto apretada contra unas vallas en su afán de acercarse a la banda. Nada saludable para los que esperábamos acá, donde el nerviosismo crecía y los ataques de un lado a otro arreciaban.

Las autoridades que estaban de nuestro lado nos pedían encarecidamente que extrememos los cuidados dentro y fuera del estadio, que no demos pasto a las fieras. Para colmo de todo, una adolescente que estaba en la puerta del hotel con sus amigas sale en la tele diciendo que amaba a Axl Rose más que a nadie y que Gn’R era lo más importante de su vida y algunas adolescenteadas más; es vista por su padre que la va a buscar y le prohíbe ir al show rompiéndole los tickets, de modo que la pobre chica decide suicidarse. Seguramente no era la prohibición la única razón de tamaña tragedia, pero les venía fenómeno a todos los inconscientes que hablaban pestes del asunto y ni que decir lo que eran los teléfonos de la radio, que ardían de amenazas y apoyos por partes iguales.

La puerta del hotel que alojaba a los músicos estaba atiborrada de fans que pernoctaban en las veredas aledañas esperando ver a Slash asomándose a una ventana. El Secretario General del gobierno amenazaba que al primer incidente que ocurriera se suspendería la presentación y los programas más vistos de tele debatían si estaba bien que se presenten o habría que prohibirlos. El día del debut, temprano, allanaron el hotel donde estaba la banda por una denuncia y nos llamaron al mediodía al estadio avisando que al no encontrar nada en los cuartos ahora venían a allanar la producción montada en River.

En medio de ese caos, la gente comenzaba a llenar el césped y los directivos del club y de la productora nos repetían todo el tiempo que cuidáramos el show, que no dejemos nada librado al azar, que controláramos cada uno de los rincones del estadio, que no pasara nada. No se cómo ni porqué, pero Daniel Grinbank me llama a poco de comenzar y me dice que salga al escenario de River lleno y le pida a la gente que extreme los recaudos también, para no alimentar a esos que estaban esperando una desgracia adentro para que terminemos todos en cana.

La verdad es que yo andaba por ahí porque por una cuestión de amistad siempre presentaba a los Ratones Paranoicos en los shows grandes, así que salgo al frente y les pido -ni me acuerdo cómo-, que nos cuidemos entre todos y que no pase nada que enturbie la fiesta. Atrás mío vi subir a Pappo y comenzó la jornada.

Los Ratones Paranoicos estaban nerviosos. A Juanse, los stage managers argentinos y americanos le dijeron que no usara los laterales del escenario porque estaban cubiertos y no se podían ver los desniveles que Axl Rose usaba en algunos momentos. Juanse contestaba a todo sacudiendo la cabeza. más pensando en lo que iba a tocar, y cómo, que en las indicaciones respecto al sonido y las luces.

Termina su set Pappo y Paul Tozer, el enorme Paul -nuestro stage manager- me dice que en cuanto prenda la luz guía salga al centro del escenario y anuncie a los Paranoicos. A todo esto miro a Juanse, a Pablo, a Roy y a Sarcófago y nos levantamos las cejas que era nuestro amuleto.

Bueno, nada, todo iba bien, ningún altercado ni ningún sobresalto, la gente estaba eufóricamente feliz, el backstage era una romería, el rock flotaba en el ambiente con sus mejores aromas, lo mío ya casi estaba terminado, así que me senté en un vértice del escenario para poder ver todo bien de cerca y abrí una botella de agua fresca.

Ni bien acerco el pico de la botella a mi boca veo por un costado a Juanse corriendo para los laterales del escenario mientras sonaba “Enlace”, el tema que usaba para subirse a los racks en Cemento. Cuando saltaba y agitaba los brazos con el torso desnudo y la guitarra colgando, de pronto desaparece de escena y no vuelve a aparecer. Sarco me mira a mí, que me asomo y lo veo tirado en el piso agarrándose la pierna, corro detrás de bambalinas y le digo a alguien que Juanse está tirado en el piso.

La banda seguía tocando y salimos todos corriendo hacia donde estaba Juanse mientras la gente aplaudía a rabiar la performance. Tenía una fractura expuesta de peroné, la sangre corría del cuero hasta la zapatilla. Pappo soltó la cerveza que estaba tomando y agarró una guitarra saliendo al frente, los médicos del puesto de la Cruz Roja lo encamillan y nadie parece haberse dado cuenta de lo que realmente estaba sucediendo. “Mejor”, dijimos todos.

Ok, ahí termina el show Ratón y ya se asoman los de Guns N’ Roses, que ajenos a todo entraron por el otro lado. Hicieron un memorable show que terminó en paz y algarabía. Y hasta mañana.

Epílogo

A todo esto, Paul Tozer, nuestro stage manager, al otro dia recibió a Juanse con una bota de yeso hasta el muslo.

Aqui llego al germen de todo esto, cuando escuché la respuesta más rocker 90´s que escuché en mi vida.

Paul le dice a Juanse entre enojado y comprensivo

–”John C”, ¿no te dijeron que por ahi no tenias que ir ?

Y Juanse le contesta muy a su modo

–¿Y como se te ocurre decirme, a mi justamente, que ahí no puedo ir? ¿No sabés que lo primero que voy a hacer es ir por ahi?

Risas de final de película, otro show hermoso ese 3 de diciembre de Guns N’ Roses. Ningún herido ese día, ninguna pelea, paz y amor, el sueño hippie de los 70´s estaba cumplido.